Una vez más, se pone en evidencia cuanto molesta la
ampliación de derechos a algunos sectores de la sociedad argentina.
Lo preocupante de esto, es que algunos dirigentes
políticos manifiestan esa misma reticencia, sobre todo si analizamos que su función
es precisamente la garantía de los derechos de los ciudadanos que aspiran
representar.
En el caso que nos ocupa, son nuevamente los y las jóvenes
y adolescentes de nuestro país los que son puestos en duda en sus capacidades.
Mucho se argumenta en la supuesta “incapacidad”,
falta de preparación para asumir ciertas responsabilidades, como es votar a los
16 años; dado que como “adolescentes”, parece que “adolecen”.
Lo lamentable es que dicha argumentación pone de manifiesto
una profunda ignorancia en varios aspectos.
En primer lugar, es etimológicamente erróneo asociar
“adolescente” como derivación del verbo “adolecer”. Algo que debiera llamarles
la atención, es que son términos con raíces diferentes, uno se escribe con
“sc”, el otro es con “c”. Solo bastaría tomarse el pequeño trabajo de consultar
los diccionarios (cosa que pareciera que a varios dirigentes políticos les
resulta ajeno en tiempos de ciberespacio).
El Diccionario Etimológico de Joan Corominas, nos
ilustra sobre “adolescente”: “…de 1°
mitad del s.XV, del latín ‘adolescens’: ‘hombre joven’…”. O sea, nada que
ver con “adolecer”, hace referencia a una etapa de la vida del ser humano.
Por su parte, el Diccionario de la Real Academia
Española, define “adolecer”, como “1.Causar dolencia o enfermedad; 3. Tener o padecer algún defecto”. Ninguna referencia a
etapas de la vida humana.
Es lamentable que cierta dirigencia quede en
evidencia por su vagancia y falta de rigurosidad a la hora de opinar de algunos
temas.
Por otra parte, está la ignorancia en el aspecto
conceptual y hasta político. Muchos expresan la necesidad de capacitarlos
primero, que estén preparados; y luego verán si les habilitan el derecho al
voto.
Lo paradójico es que no se cuestionan la misma urgente
necesidad cuando se plantea la baja de la edad de imputabilidad. Parece que
para sancionar no es necesario “esclarecer” primero esas mentes de las
consecuencias de sus actos. Pero les parece IMPRESCINDIBLE cuando se refiere a
lo virtuoso de la ampliación y profundización de derechos.
La mirada adultocéntrica hegemónica considera a la
infancia y a la adolescencia como una etapa a abandonar, a superar. En
contraposición, debiéramos empezar a considerarlas una “categoría social”, tal
como plantea el danés Jens Qvortrup desde sus 9 tesis, cuando señala que esa
etapa “es una forma particular y distinta
a la estructura social de cualquier sociedad”.
En definitiva, la sociedad argentina del siglo XXI,
debiera estar en condiciones de celebrar y dar la bienvenida a que nuestros
adolescentes y jóvenes se sumen a la adquisición de nuevos derechos y ser
parte del destino colectivo que como país queramos.
El debate por el voto desde los 16 años debiera ser
interpretado en clave jauretcheana, por aquello de que “conquistar derechos provoca alegría, mientras perder privilegios
provoca rencor”.
Jose E. Machain